viernes, 22 de mayo de 2015

Es "ley de vida". La muerte de la madre

Plaza de Oriente de Madrid. Otoño de 1958
Es "ley de vida". Son las palabras más usadas para consolar al hijo cuando ha muerto su madre a una edad avanzada, 87 años. Y sí, lo es. Nadie más racional que yo para saberlo y aceptarlo. Es la ausencia definitiva, la ruptura de la unión con tus antecesores lo que genera la tristeza y el recuerdo amontonado de toda una vida. Es nuestra historia vital, insignificante en el conjunto de seres humanos de nuestro planeta, pero única e imprescindible para uno mismo. 

Como homenaje y recuerdo, para que quede almacenado en este inmenso archivo global en el que estamos convirtiendo internet, lleno de fotos, de palabras, de momentos de la vida de millones de personas cada día, dejo esta semblanza de mi madre, reflejo de una época y de una sociedad que puso muy difícil la supervivencia de los españoles y de la que nosotros, los adultos ya algo mayores, los hijos de la transición, somos su fruto.

Mi madre se llamó Teresa Vicente García. Nació en Madrid el 31 de diciembre de 1927 y a los 3 años perdió a su madre de un "cólico miserere". Ella era la pequeña de cuatro hermanos que quedaron repartidos a cargo de diversos familiares. Mi abuelo Jeremías, maquinista de la RENFE, encontró una buena mujer con la que se casó y cuidó de todos ellos, mi abuela conocida, Lucía. Nació otra hermana, Josefina, con la que mi madre ha compartido una gran parte de su vida.
Mi familia vivía dignamente en el barrio de Legazpi de Madrid, en la Colonia del Pico del Pañuelo, un buen ejemplo de la construcción social de pisos pequeños para la clase obrera.
La Guerra Civil provocó el periodo de mayor sufrimiento a la población madrileña de la época. En la fachada de la casa donde yo viví de los 5 a los 10 años, seguían marcados los impactos de los disparos de la batalla. Mi familia sobrevivió a los bombardeos -mi madre contaba como se le cayó por las escaleras una olla de sopa que llevaba al refugio del sótano de la casa de un familiar en el Paseo de las Delicias- y a las penurias. Ellos son la generación de "no te dejes nada en el plato", el despilfarro era una idea prohibida desde siempre en mi casa. Cuando la guerra se hizo más dura, mi abuelo pudo sacar a la familia de Madrid por el tren de Valencia hasta Cuenca, refugiándose en un pueblo sin frente de batalla, Ribatajada, donde pasaron el último año de la guerra sin incidentes, bien alimentados y protegidos por la familia de mi abuela Lucía que era natural de allí. Mi abuelo siguió sirviendo en los ferrocarriles sin entrar en batalla. Tras la victoria franquista no fue represaliado. Le salvó el no aparecer su nombre en una lista que la RENFE tenía de una huelga realizada años atrás. Mantuvo en silencio y con miedo sus ideas republicanas, como muchos de los vencidos que se hicieron invisibles para sobrevivir.
Con unos pocos años de escolarización antes de la guerra y unos pocos después, mi madre comenzó a trabajar de aprendiza en un taller de costura. Sí, la costura -como muy bien nos ha enseñado el libro y la serie de María Dueñas: El tiempo entre costuras-  era una de las principales salidas de las jóvenes urbanas de clase obrera junto al servicio doméstico. Ella siempre recordó ese tiempo como alegre en la España oscura de los años 40, el tiempo de la adolescencia y la juventud que quiere ser feliz adaptándose a lo que la rodea. 
Conoció a mi padre a mediados de los años 50. Mi padre era ebanista en el barrio de Palacio, cerca de la Plaza de la Paja. Mis padres nacieron en Madrid en barrios muy populares, de familias emigrantes de diversas partes de España. Se casaron en 1957 y yo nací en 1958. Mi padre murió en 1963 de tuberculosis. La enfermedad y muerte de mi padre marcaron de forma permanente a mi madre. Diagnosticado al poco de casarse, mi padre permaneció ingresado en hospitales de la sierra madrileña por su tuberculosis antes de mi nacimiento. Con muchas temporadas ausente y ante el miedo al contagio de su hijo, mi padre y yo apenas tuvimos contacto. Eso provocaba un gran dolor a mi madre y la muerte de mi padre en sus brazos por una hemorragia pulmonar a los 42 años fue un golpe terrible para ella.
Mi madre había seguido trabajando todo el tiempo que duró su matrimonio. Con mi padre enfermo, su trabajo era imprescindible y después de su muerte aún más. Ella siempre tuvo la pena de no haber podido estar más tiempo conmigo en la infancia. Mi abuela y una de mis tías solteras -Soledad- se encargaban de cuidarme. Por ello, mi madre y yo nos desplazamos a vivir con su familia a la pequeña casa de la Colonia del Pico del Pañuelo. Mi madre sufrió mucho en esa época. La recuerdo vestida de negro y triste la mayor parte del tiempo.
Trabajó durante muchos años en una tienda de "alta costura" como cortadora -hacía los patrones de la ropa desde el dibujo del modisto- llamada Femme que atendía a la "alta sociedad" de la época: esposas de ministros de Franco, empresarios, diplomáticos. De niño fui numerosas veces a la tienda situada en la calle Recoletos esquina con la calle Serrano, actualmente ocupada por una tienda de alfombras de lujo. Arriba, el lujo "parisino" de la época, escaleras abajo, en el sótano, el taller donde se afanaban numerosas mujeres en cortar, coser, planchar la exquisita ropa que era probada y comprada en el piso de arriba. Mi madre era muy buena en su trabajo y siempre fue apreciada por el jefe y las clientas. En una ocasión, tuvo que ir a Londres en los años 70 a probar y ajustar unos vestidos a una importante clienta del exilio cubano que vivía entre Madrid y Londres. Le encantaba relatar ese viaje, el buen trato y el lujo que vio y vivió. 
Cuando cumplí los 14 años, mi madre consiguió un piso de protección oficial en el barrio de La Elipa -barrio popular de Madrid del extrarradio, cuando se inauguró la M-30- cerca de la vivienda que el resto de mi familia había adquirido en el mismo barrio. Allí vivimos ella y yo hasta mi independencia cuando inicié el MIR.
Tras el declive de Femme, mi madre encontró trabajo con otro modisto: Tony Benítez, que la trató cordialmente hasta su jubilación. 
Mi madre siempre fue muy bien vestida. Ella hizo su ropa hasta la vejez y era especialmente coqueta con su aspecto. Ya anciana, no quería llevar manga corta para no dejar visible la caída de la piel de los brazos, para ella signo de un gran deterioro físico.
Siempre deseó que yo fuera a un "buen colegio", en aquellos años equivalía a religioso: Colegio San Viator y Sagrada Familia en la calle Menorca, al que pude acceder becado por mis buenas notas y ser hijo de viuda. 
Muy contenta porque su hijo fuera médico, creo que pude darle una gran satisfacción por ello.
Su envejecimiento tuvo como consecuencia un glaucoma importante y una hipoacusia limitante. Sin otras enfermedades crónicas, afortunadamente. Fue atracada en la calle y sufrió una fractura de cadera que se resolvió en el Hospital Gregorio Marañón. Sus años de jubilación han sido plácidos y como todos los abuelos, siempre preocupada por sus nietos, mis hijos. Con cierta tristeza pesimista de fondo, ha vivido sus últimos años acompañada de mis tías, Soledad fallecida hace 8 años y Josefina.
Hace 15 días entró en una fibrilación auricular que fue revertida. En pocas horas, hizo una isquemia mesentérica aguda que yo sospeché desde el inicio del dolor. Fue intervenida en 2 ocasiones en el Hospital de La Princesa de Madrid. No lo pudo superar. Falleció el 18 de mayo de 2015 junto a su hermana y su hijo. 

Nota: 
Soy consciente de que hablo aquí de mi intimidad y de la vida de mi madre pero quería dejar un recuerdo escrito, breve, resumido, de su vida. La sociedad en la que vivimos se hace con la aportación de todos los que anónimamente han vivido en ella a lo largo de la historia. Todos tenemos mucho de nuestros antecesores y se lo dejamos a nuestros hijos. Recordarles es el mejor homenaje. Por ello, dejo en este blog personal y profesional, una gota de la vida de mi madre. 

jueves, 21 de mayo de 2015

La precariedad laboral en sanidad es una amenaza para pacientes y profesionales

LA PRECARIEDAD LABORAL SANITARIA ES UN SÍMBOLO DEL DESMANTELAMIENTO DEL SISTEMA SANITARIO PÚBLICO EN ESPAÑA

Quienes firmamos abajo denunciamos con este manifiesto la deriva política que llevará al desmantelamiento del sistema sanitario público en España. Este sistema, de cobertura universal, ha sido y es ejemplo mundial. Es un sistema que responde eficazmente y a un coste razonable a los problemas de salud de  poblaciones y pacientes.

El sistema cuenta, además, con la estima social y la aprobación general y de  profesionales y pacientes. Cabe su mejora, y el introducir cambios que incrementen su eficiencia. Pero, hasta ahora, todo lo que se ha hecho ha sido recortar sin tino, con un objetivo ciego que disminuye el gasto sin tener en cuenta su impacto ni en calidad ni en salud.

En la gestión se ha implantado una cultura sin fundamento humano ni científico que considera al personal como pieza intercambiable. Son sistemáticos los contratos eventuales, incluso por horas y para cometidos diversos. Es lo que llamamos precariedad laboral (en el sentido de enorme temporalidad, gran vulnerabilidad, bajo nivel salarial y falta de derechos sociales).

En el sistema sanitario los servicios son servicios personales, en los que es clave la confianza entre profesional y paciente. Es cruel y deteriora la calidad la falta de continuidad/longitudinalidad que se expresa bien con expresiones tipo: "¿Otra médica? ¿Tengo que volver a repetírselo todo a usted?". De la misma forma, en espejo, el pensamiento profesional que se expresa con preguntas tipo: "¿Quiénes serán mis pacientes mañana? ¿Con quién formaré equipo?" y que llega a decir: "No me coja cariño que me voy mañana".

La cuestión atañe a todo el sistema sanitario público en aspectos que se mezclan con la precariedad. Lo expresa bien la externalizacion innecesaria de servicios incluso en áreas de especial riesgo, como la atención a pacientes con problemas graves de salud mental. La situación precaria se repite en la atención primaria, incluyendo centros de salud y sectores comunitarios, sociales, de rehabilitación y otros, donde es imprescindible la continuidad de cuidados. Lo mismo sucede en los hospitales, tanto en consultas externas como en urgencias y en plantas. También en las cárceles, donde es perentoria la mejora de la continuidad por la presencia de problemas infecciosos, de salud mental y de drogadicción. La precariedad también lesiona los aspectos de salud pública que cubre el sistema sanitario y que exigen equipos consolidados capaces de enfrentarse, por ejemplo, a las inevitables crisis de salud pública.

La precariedad disminuye la calidad clínica e incrementa los errores sin disminuir el coste. La precariedad daña la salud de pacientes y profesionales. La precariedad es, de hecho, una forma de maltrato y una falta de respeto, una indignidad para profesionales y pacientes. La precariedad sanitaria afecta más a  mujeres jóvenes y, por ejemplo, en su impacto vital global modifica/impide planes de maternidad/paternidad. Entre el trabajo "en propiedad" y la precariedad hay soluciones al tiempo científicas, humanas y racionales que mejoran el resultado en salud en pacientes y profesionales.

Parece que se hubiera decidido el desmantelamiento del sistema sanitario público. Es parte de una ideología que considera que "la sociedad no existe, existe la persona" y a la persona individual se pretende servir destruyendo lo público y beneficiando los intereses privados de industrias y organizaciones varias. Se rompen con ello la equidad y la solidaridad que sustentan a la sociedad (ese "hoy por ti, mañana por mí") que generan salud por sí mismas en los que hoy precisan la atención sanitaria de calidad y en quienes la precisarán mañana.

La precariedad profesional sanitaria daña la salud y en defensa de la equidad y de la solidaridad, manifestamos:
La precariedad laboral sanitaria es un símbolo del desmantelamiento del sistema sanitario público que concierne al conjunto de la sociedad.  Por ello animamos a sumarse a este manifiesto a las personas individuales y a las organizaciones colectivas.
La precariedad laboral sanitaria incumple en muchos casos la legislación laboral, introduce inseguridad jurídica y es un abuso justificado por intereses particulares y/o privados. Por ello recurriremos a la vía legal en todos los niveles.
La precariedad laboral sanitaria responde a un gerencialismo sin categoría, que convierte en "gestores" a simpatizantes del partido en el poder y cuya formación, si alguna, es muy deficiente. Por ello exigimos la profesionalización de quienes gestionan el sistema sanitario público.
En muchos casos se pretende una desreguralización arbitraria pues no se cumplen ni las más mínimas normas pactadas respecto a las bolsas de trabajo, convocatorias de plazas, situaciones de excepción y reposición de puestos de trabajo. Además, falta toda planificación a medio y largo plazo de necesidades de personal que permitan dar respuesta a los problemas de salud de pacientes y poblaciones. Por ello pedimos  el cumplimiento de los pactos y la visión de futuro que precisa la gestión del personal sanitario.
Puesto que la precariedad laboral sanitaria es un símbolo del desmantelamiento del sistema sanitario público elaboraremos propuestas concretas sobre sus causas y soluciones, para presentar a los partidos políticos de forma que se pronuncien ante las mismas.
La precariedad laboral sanitaria no es una situación transitoria ni nueva pero sí muy intensificada durante los últimos años. Forma parte de un diseño que busca el deterioro del sistema público para reducir su aprecio social y favorecer que los ciudadanos opten cada vez más por la sanidad privada. La intensa precariedad laboral en la sanidad pública es letal para la calidad y repercute en la salud de poblaciones, profesionales y pacientes. Por ello, para mantener la salud, llegaremos a tomar todas las medidas posibles, incluyendo el ejercer los derechos de protesta, manifestación y huelga.

FIRMANTES (a 20 de mayo de 2015)[1]
Antoni Agustí Martí, Guillermo Álvarez López, Beatriz Aragón, Juan Diego Areta Higuera, Vicente Baos, Mikel Baza, Sara Belinchón, Clara Benedicto, Raúl Calvo Rico, Manuel Carretero Matas, Salvador Casado, Fernando Casado Campolongo, Rafa Cofiño, Txema Coll, Carlos Coscollar, Mounir Diouri, Patricia Escartín, Carmen Fando, María José Fernández de Sanmamed, Patricia Ferre, Marta García Caballos, Luis García Olmos, Juan Gérvas, Irene Gonzalo Sanjosé, Mariola Gracia, Mariano Hernández Monsalve, Juan Irigoyen, Marian Jiménez de Aldasoro, Mónica Lasheras, Miguel López del Pueyo, Rosa Magallón, Gorca Maiz, Iván de la Mata, Miguel Melguizo Jiménez, Félix Miguel, Sergio Minué, Carolina Morcillo Ródenas, Abel Novoa, Leticia Núñez Queijo, Isabel Núñez Lozano, Alberto Ortiz Lobo, Javier Padilla, Jesús Palacio, Luis Palomo, Pastora Pérez, Carmen Pérez-Crespo Gómez, Mercedes Pérez-Fernández, Pablo Pérez Solís, Ana Rico, Ana Rivera, Elena Serrano, Juan Simó Miñana, Pablo Simón Lorda, Gemma Torrell, Ana Vall-llosera.

ASOCIACIONES, ORGANIZACIONES Y ENTIDADES (a 20 de mayo de 2015)[2]
Equipo CESCA, Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP), Fòrum Català d'Atenció Primària (FoCAP), NoGracias.






[1]    La adhesión al Manifiesto está abierta, e implica un compromiso contra la precariedad laboral sanitaria y la difusión del Manifiesto en lo que se pueda. Para adherirse a este Manifiesto escriba sus datos básicos en el formulario en http://goo.gl/forms/YOfacHtVSj Todos los contactos a atencionprecaria@gmail.com
             
[2]    Muchas asociaciones, organizaciones, organizaciones y entidades precisan de reuniones explícitas de juntas y órganos de gobierno para poder adherirse al Manifiesto y de ahí un cierto retraso en su participación.