sábado, 18 de agosto de 2012

Relatos de verano: En la playa

Familia y playa
Foto original de Vicente Baos
José llevaba muchos años veraneando en el mismo lugar, una estupenda playa familiar de la costa levantina. Lo bueno de la repetitividad son las rutinas que se generan: hacer lo mismo todos los días de las vacaciones produce relajación e insistir un año tras otro en las mismas actividades, en vez de generar inquietud, produce bienestar. Bueno, eso para algunas personas, se puede entender que para otras no, para eso están los viajes "a la aventura" o los "organizados", eso sí, a un lugar diferente cada vez ¡Menuda pereza!
Y lo que más amaba de sus días playeros era la posibilidad de estar horas y horas, por la mañana muy pronto y por la tarde hasta muy tarde, en la terraza del bar Capellino. Es decir, las horas en que el calor y el solazo permitían estar en su terraza. Los camareros atendían solícitos al fiel cliente y le reservaban la misma mesa cada día.
Armado de varios libros, por aquello de ir cambiando de temática, devoraba cafés, bollería y cocas valencianas, siguiendo por la tarde con más cafés y botellas de agua, finalizando el día con hermosos bocadillos llenos de ingredientes de fantasía. Estupendas vacaciones para ganar 5 kilos en 15 días. Hay que reconocer que también nadaba algo y que se echaba una soporífera siesta al sudor húmedo sin aire acondicionado.
En los últimos años había incorporado las últimas novedades tecnológicas. Armado con su MacBookAir y conectado a la wifi del establecimiento, estaba totalmente informado al minuto de las novedades por Twitter y su correo electrónico. Con un ojo leía (libros de papel) y con el otro veía las novedades en su timeline. 
Un día, un anciano que pasaba por allí, se le acercó:
-Buenos días, disculpe usted. Me he fijado en su presencia durante los últimos años. Yo también veraneo aquí desde hace mucho tiempo y siempre le veo aquí sentado leyendo. ¿Es usted un escritor o alguien "intelectual"? -preguntó educadamente.
-No...bueno -titubeó sorprendido. Solamente me gusta estar aquí sentado leyendo.
-Sí, claro. La lectura es muy buena, pero su familia le debe echar de menos, sus hijos jugando en la playa, dando paseos al atardecer, ir al cine de verano e incluso ir a bailar.
-Eso está bien, pero a mí lo que me gusta es estar aquí sentado leyendo y conectado al ordenador - respondió.
-Se está usted perdiendo muchas cosas. Además le veo cada vez más gordo y con las piernas un poco hinchadas. Seguro que está usted tomando pastillas para la tensión o el azúcar -afirmó el enjuto anciano.
De forma amable, el inquisitivo visitante se despidió con un: ¡qué tenga usted suerte!
Al día siguiente, se despertó reflexionando sobre la conversación del día anterior. ¿Y si tenía razón el anciano? Salió a la playa y comenzó a caminar descalzo por las arenas húmedas y no paró hasta casi una hora después. Tomó un café en casa y para sorpresa de su esposa e hijos, bajó a la playa a jugar al voleibol, jugueteó con las olas, paseó con su esposa e invitó a un refresco a toda la familia antes de ir a comer. Tras la siesta, buscó un restaurante para ir a cenar por la noche y dio con su esposa una larga caminata por el Paseo Marítimo. Por la noche, tenía las piernas cargadas pero satisfechas. ¡Había sido un buen día!
Se prometió asimismo seguir esa senda el resto de las vacaciones.
A las 2 de la mañana se sobresaltó con una inquietud especial. Con cuidado para no despertar a nadie, encendió el ordenador y se puso a revisar ansiosamente los 200 mensajes de Twitter que no había leído.
Moraleja: querido lector: "tú verás lo que estás haciendo con tu vida"

4 comentarios:

  1. Jajaja...que final más inesperadooooo...

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  2. jajajaja, la vida sana le impidió por un día hacer lo que le gustaba.
    Estaría contenta la familia con el cambio????

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  3. Estaría contenta la familia con el cambio???

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